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jueves, abril 18, 2024

Hace hoy 45 años se publicaba “Yo el Supremo” en Buenos Aires

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La obra culmen de Augusto Roa Bastos supone el mayor aporte paraguayo a la literatura universal. En 2017, la RAE publicó una edición conmemorativa para honrar al escritor compatriota.

 

Un 27 de junio de 1974, la editorial Siglo XXI terminaba de imprimir y daba a circulación el libro que supondría el mayor aporte de las letras paraguayas a la literatura universal: “Yo el Supremo”.

Su autor: un escritor radicado en la Argentina desde fines de 1947, a raíz de la convulsa política doméstica de su querido Paraguay: Augusto Roa Bastos.

Roa ya era una figura conocida en el vecino país, en 1953 publicó “El Trueno entre las Hojas” y en 1960 “Hijo de Hombre”, que le valió el premio Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos Aires. A ello debe sumársele un número significativo de cuentos, guiones de cine y publicaciones periodísticas.

En un Paraguay dominado por una dictadura con 20 años en el poder, la publicación de “Yo el Supremo” fue recibida con resquemores: por un lado, dada la absoluta falta de libertad de expresión imperante; por otro, porque Roa Bastos elegía como figura principal de su novela a un hombre controvertido de la historia y la política nacional: José Gaspar Rodríguez de Francia.

Para evitar una inmediata censura, Roa no se cansó de explicar que Rodríguez de Francia era una suerte de excusa para dar pie a la ficción desarrollada en el libro. Pero la realidad era bien otra, y así lo dejó narrado en el discurso que pronunció en abril de 1990, al recibir el Premio Cervantes 1989.

“El protagonista de mi novela, inspirado en el personaje central de la historia paraguaya – el Supremo Don José Gaspar Rodríguez de Francia, hecho Dictador Perpetuo de la República, según el modelo de la antigua ley romana- resultó más fuerte que la muerte, porque ya estaba muerto sin saber que lo estaba.

Desde esos estados de la vida más allá de la muerte, de los que habla el Dante, desde ese solio de transmundo instalado en una cripta, donde moraba como un yacente y sombrío Dios Término, subía esa voz, ese monólogo críptico inacabable: la palabra oral dictada por el Supremo a la escritura: esa palabra que se oye primero y se escribe después, como en los grandes libros de la humanidad escritos para el pueblo para que los particulares lo lean. El pueblo se salvó, pero en el diktat de el Supremo quedó enterrada la malsana semilla del despotismo”, dijo entonces Roa.

“Yo el Supremo”, sin dudas, le valió a Roa Bastos el Cervantes. Fue traducido en las más diversas lenguas. Elogiado por los grandes de la literatura como Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Sergio Ramírez, la novela supone la más grande contribución paraguaya a la literatura universal.

Pero también representa un enorme desafío para las letras y los escritores nacionales: la posibilidad de alcanzar, aunque más no sea en parte, las altas cumbres literarias a las que Roa Bastos llegó con su augusta obra. Un reto que aún queda pendiente de cumplir.

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