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sábado, mayo 4, 2024

Argentina: la contundente derrota de la pospolítica

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La remontada final de Mauricio Macri en la segunda parte de la campaña presidencial no fue suficiente para forzar una segunda vuelta e ir por la reelección. Sin embargo, el cambio de estrategia –desde una campaña desmovilizante en redes sociales hacia la movilización directa y el recurso a la épica y la polarización– le permitió al ahora presidente saliente aumentar su base electoral y consolidar un 40% de apoyo en la etapa que se abre.

Con la contundente victoria del peronismo en las elecciones PASO del 10 de agosto, en la Argentina comenzó la derrota de una manera de hacer política que había inaugurado Mauricio Macri y que le sirvió para ganar todas las elecciones en las que se había presentado hasta el momento.

Cuando inició su carrera política, Macri enseguida se asoció con Jaime Durán Barba, un consultor ecuatoriano quien propugna la «muerte de las ideologías» y de la política.

Su estrategia: segmentar los discursos, apuntar a ciudadanos desmovilizados en sus casas, dirigir mensajes casi personalizados. Su herramienta: las redes sociales, cada vez más expandidas en la sociedad argentina.

Hay que admitir que frente al estado de movilización permanente que propuso el kirchnerismo durante 12 años, la propuesta de Macri era original y comenzó a interesar cada vez más al electorado de la Argentina, ya cansado de la retórica polarizadora e ideologizada de Cristina Fernández de Kirchner.

Tan así fue, que en el año 2015 los argentinos le dijeron basta al populismo cristinista y se dieron una oportunidad para «el cambio».

Sin embargo, los límites de la pospolítica fueron bastante cortos. Sirvieron mientras Cristina era todavía una «amenaza», como en el 2017 cuando fue candidata a senadora y fue derrotada por poco margen.

Este no fue el caso en agosto de 2019: Kirchner bajó su candidatura, propuso a Alberto Fernández y la alianza oficialista «Cambiemos» perdió por goleada. Fernández se impuso por 15 puntos y ni la supuesta «carta fuerte» del macrismo (M.E. Vidal) pudo contra él.

Pero si la campaña del presidente Macri hasta agosto fue un yerro tras otro, esto cambió radicalmente unas semanas después de recibido el golpe de las urnas. El 24 de agosto, una multitud se reunió en la mítica Plaza de Mayo para expresarle a Macri que no debía bajar los brazos. Y él no lo hizo.

A partir de ese momento, «Mauricio» comenzó una maratónica caravana por todo el país: recorrió 30 ciudades en 30 días. Las consigna que guiaba la nueva etapa de la campaña fue: «Sí, se puede» [lograr la hazaña de llegar al ballotage].

A diferencia de lo que pasó hasta agosto, cuando apelaba a un discurso «republicano», despúes de las PASO, Macri polarizó directamente con el peronismo pero apelando a los «valores» y a agendas identitarias basadas en núcleos duros de creencias compartidas, como el rechazo a la legalización del aborto que él mismo había propuesto discutir.

El macrismo comenzó una sorpendente metamorfosis: de aspirar a ser una derecha liberal, descontracturada y new age, sobre el final de su desmoronamiento buscó construir una «nueva» épica, donde se conjugaron la xenofobia, el odio de clase, el fundamentalismo religioso y ecos del antiperonismo más rancio.

Macri se posicionó presentándose como la verdadera alternativa frente a la «corrupción» y la «degradación moral» que -según él- caracterizarían a los seguidores de Perón y Evita.

De este modo, el presidente saliente no pudo evitar apelar al elemento más básico de la lógica populista: dividir a la sociedad en dos espacios antagónicos, un nosotros contra ellos, buenos contra malos. 

La nueva campaña dio sus frutos: a pesar de la debacle económica en la que está inmersa la Argentina, el oficialismo logró aumentar su caudal electoral 2 millones de nuevos votos (en su mayoría votantes que no habían ido a sufragar en agosto).

Es cierto que no le sirvió para «darla vuelta», pero consolidó un 40% de los votos, lo que lo convierte en una de las figuras más importantes de la oposición a partir del 10 de diciembre, cuando asuma sus funciones «Alberto».

¿Qué enseñanza nos deja el cambio de estrategia electoral de Macri después de las PASO?

Que la política tradicional, basada en disputas entre cosmovisiones y proyectos alternativos, está lejos de morir. Esto para desazón de los gurúes del marketing político que vienen estafando a millones de incautos desde hace décadas.

Por el contrario, una vez más, la articulación territorial, la unidad de los dirigentes, la militancia cara a cara y la movilización de las masas se mostraron como elementos imprescindibles de toda campaña electoral exitosa.

En definitiva , se ratificó que la política sigue siendo la herramienta más importante para congregar a la sociedad, para unirse en la defensa de valores e intereses diversos.

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