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domingo, mayo 5, 2024

Vergonzosa terna del CONACYT debería ser rechazada

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Nuestro país invierte menos del 1% del PIB en Ciencia y Tecnología. Es uno de los países del mundo con menor asignación de fondos públicos a un área vital e imprescindible para el desarrollo.

Como si esta deuda histórica no fuera suficiente, se pretende ahora la subordinación completa de la comunidad científica a los intereses de camarillas empresariales y políticas.

La terna para dirigir el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), conformada por personas sin ningún vínculo con la investigación científica, es un hecho grave cuya consecuencia será el desmantelamiento de los incipientes niveles de institucionalización alcanzados en los últimos años.

La subordinación del CONACYT al mundo empresarial es más grave aún por el perfil de nuestros “emprendedores nacionales”, puesto que los mismos no tienen una historia importante en materia de innovación, salvo en el usufructo de los favores estatales y el manejo experto de la evasión impositiva, la improductividad y el contrabando. 

Los nombres de Eduardo Felippo, José Matto Céspedes y David Ocampos Negreiros no son representativos del mundo del conocimiento, sino únicamente de sus más inmediatos intereses sectoriales.

Estos dirigentes de membrete no solo son personas sin ninguna relación con el mundo científico: más grave aún es -según filtraciones y publicaciones periodísticas- la vocación inescrupulosa que tienen para el ejercicio de la manipulación, la coima y el chantaje.

Esto último se deja ver por los mensajes de WhatsApp donde detallan los montos de dinero que destinarán para acallar, o comparar el silencio de comunicadores,  con el fin de “aclarar” las críticas contra sus cuestionadas nominaciones. 

En nuestro país sobran nombres de investigadores en las más diversas áreas, con aptitudes calificadas para estar al frente del CONACYT.

Hombres y mujeres que ante toda adversidad poseen publicaciones en las más prestigiosas revistas científicas, que vienen llevando adelante trabajos en medio de la indiferencia estatal y la falta de cualquier tipo de reconocimiento.

El gobierno debería vetar esta terna vergonzosa y convocar a verdaderos integrantes la comunidad científica nacional. Debería escuchar sus inquietudes y proyectos. Solo de esa manera podríamos decir que hay una verdadera comprensión de los desafíos que tenemos como nación en el marco de las sociedades del conocimiento.

El fortalecimiento institucional de la ciencia y la tecnología no solo se relaciona con la libertad de investigación, sino que fundamentalmente es una cuestión de soberanía nacional. Sin científicos que investiguen y produzcan saberes, no podremos insertarnos en el mundo ni hacer valer nuestras inmensas potencialidades.

El CONACYT carece de total sentido sin una dirección conformada por científicos. Paraguay no puede ser una excepción en América Latina. No puede ser el único país sin científicos dirigiendo los órganos oficiales de investigación.

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