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viernes, mayo 3, 2024

Póra Maldición. Sobre la novela Las ánimas de Christian Vera

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La intervención de Paranaländer en El Trueno este lunes 6 de julio nos propone una reflexión sobre el arte, a partir de su reseña de Las ánimas, novela de Christian Vera.

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Por: Paranaländer

Es una nouvelle aregueña, pero ya bastante alejada del topismo casacciano, esa reducción de Areguá a una aldea donde todos se conocen y se dedican a chulear y regatear la vida vegetativa con todo tipo de chismeríos venenosos. Esa mirada de extranjero de Cassacia (que acabaría tirando cuero en Argentina, recordemos), la vivisección naturalista de una aldea tolstoyana, hoy es puro mito, no ha dejado borra ni resto en esta narración.

La de Las ánimas es una Areguá del siglo XXI, poblada de ñembo artistas, poetas, gringos, viudas o divorciadas, que le dan un aire de casa de campo de fin de semana, de colonia de vacaciones ecológica, de reserva hippie houellebecquiana, a la city. Vida bohemia cutre que se dedica a fumar porros (“destapamos un porrito”), coger (“traka traka”) y beber (“quemamos un vinito”), en sus granjas o palacetes, en sus casas de lata o en sus piecitas de alquiler, y se agota en un hipsterismo que le da definitivamente su aire moderno y cosmopolita a Areguá, la superación del simbólico lugar infernal que ostenta en los libros de Casaccia. Barrer con humor y mirada satírica el moralismo naturalista  es la receta: “Chopailo era un fantasma cascarrabias”.

Pero Las ánimas de Vera tiene un tercer nivel aregueño, el de las leyendas de póras, aparecidos, de almas en pena, de genios del hogar abandonados a su suerte, que se cuelan por los fragmentos del pintor Rodrigo -quien es el protagonista-narrador de la historia. Fragmentos que basculan el ritmo saltarín del libro. Este nivel, digamos, prehistórico, de una ancestralidad indígena, le da a Areguá un toque de posmodernismo, al rescatar el espiritismo o animismo endémicos, y construir una ecología espectral.

Si “Wolfen presenta una trama detectivesca sobre hombres lobo en Nueva York como alegoría de los nativos indígenas convertidos en espíritus cánidos que resisten la gentrificación del Sur  de Bronx ante los herederos de los colonizadores (holandeses) de la isla de Manhattan”, Las ánimas -siguiendo este canal interpretativo chusco y desenfadado, extraído del libro Cartografías del absoluto (Toscano-Kinkle, 2015 en inglés, 2019 en español)-, podría leerse como la salvación de este verdadero ejército de parados que son todos los artistas fracasados que vegetan en el hortus amenus de Areguá, pajeándose en una gloria futura (“trascender su lado oscuro”), salvación obtenida en la evasión hacia la mitología de los póras, genios guardianes de tesoros enterrados.

En el fondo, ¿el arte no consiste también en saquear tesoros escondidos protegidos por póras, fantasmas? Hacer digresivas  variaciones, por ej., alrededor del libro de Agustín Calmet, Traité sur les apparitions des esprits et sur vampires oú les revenants de Hongrie, de Moravie, etc.

La novelita de Vera, con ese touch de película de terror, asentada sobre esa topografía fantasmática, sobre todo por su final rampante, escrita como en un estado de trance debida a una intensa resaca cervecera, podría muy bien parafrasear, para sintetizar su espíritu, al Si fuera fuego abrasaría la tierra de Checo Angiolieri:

 

Si fuera póra regalaría los tesoros ocultos a las putas y sus amantes-artistas

Si fuera poeta de inicios del siglo XXI liberaría fantasmas como capullos

Las ánimas, Christian Vera Campos, Arandurã Editorial, Asunción, Paraguay, 2014, 74 p.

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