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jueves, mayo 2, 2024

Sándwich de positivismo

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En su columna de hoy, Paranaländer comenta el libro Influencias del positivismo en Paraguay de Justo Pastor Benítez (h). Imperdible cruce entre filosofía, positivismo, Cecilio Báez, Ignacio A. Pane y otros.

Por: Paranaländer

Decir filosofía en Paraguay es decir positivismo, decir positivismo es decir Cecilio Báez. En su famosa frase que enhebran yodo, su ausencia y cretinismo, queda definida popularmente tal corriente (Como la manzana de Newton y la gravedad). Las virtualidades del paraguayo están determinadas por la biología y el medio. Otro ejemplar de tal tendencia mucho más amable fue Pane, para quien la mandioca y el avati guarani iluminaron, además de nutrirlos, al mundo.

Justo Pastor Benítez (h) dice que la filosofía en Paraguay es una especie de sándwich de positivismo: nada, positivismo y otra vez nada. Que tanto antes y después del positivismo no se ve a la filosofía. Me recuerda a Kundera que, en La insoportable levedad del ser, define a la vida atrapada entre dos nada, la nada pasado y la nada futuro. Mutatis mutandis, el positivismo está emparedado entre dos vacíos de filosofía. Y le achaca de esta esterilidad actual (1969) de la filosofía al positivismo (spenceriano, evolucionista). Por su espíritu eminentemente destructivo, crítico, de las metafísicas e idealismos. Su fe en la ciencia positiva, apegada a los hechos, no en teorizaciones que puedan huir de sus leyes de hierro.

Fue introducido el 27 de marzo de 1898 por Francisco Tapia, cuando el  director argentino de la Escuela Normal de Maestros dio una conferencia en el Instituto Paraguayo. El apogeo duró un tercio de siglo, entre 1890-1920. Decir positivismo paraguayo es decir Cecilio Báez, quien hizo gala de un positivismo spenceriano, con toques comtianos, esto es fenomenista y mecanicista (“su aversión a estudiar causas finales o causas primeras”). Su definición de positivo, “ha de tratar sobre lo real, lo no quimérico”. Al final de su vida Báez termina decepcionado y sucumbe a un egoísmo liberal, según Chocho Benítez, supongo con eso alude a Stirner a quien sin embargo no cita.

Báez como el positivista por antonomasia del Paraguay, positivista isócrono. Como positivista involuntario, esto es no tan polémico y dogmático, coloca a Ignacio A. Pane. Una suerte de sociólogo nativista, impregnado de un positivismo vernacular. Quiere explicar la psicología de un pueblo por razones del medio físico. En su libro Geografía social, peca de un chusco sociologismo nacionalista: se vale de Azara cuando proclama que no hay en el mundo país más sano que Paraguay, de Rengger (la forma benigna del sífilis en Paraguay), de Du Graty (el tifus no se conocía en su época en nuestro país), comparte las opiniones de Bertoni: “el mundo debe a los guaraníes el mayor números de especies útiles”.

Como intentos de quiebre del positivismo hegemónico cita el ejemplo de Blas Garay (y de Daniel Codas, que escribieron juntos un folleto en 1899).

Influencias del positivismo en el Paraguay, Justo Pastor Benítez, Napa, 1983.
Foto extraída del libro Paraguayans of to-day, 1921

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