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sábado, mayo 4, 2024

De lágrimas y guahú en el ritual guaraní-paraguayo

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En este envío, Paranaländer nos presenta tres textos en los que se trabajó la experiencia de la muerte para paraguayos y guaraníes, en la literatura y en las ciencias sociales.

Por: Paranaländer

Seleccioné 3 recortes donde se describen visiones del paraguayo y de su ancestro el guaraní, incluso del aché, sobre la muerte: la experiencia narrada por Del Techo-Pane lo he visto y vivido con bastante asiduidad aún en los entierros populares de Lambaré, Villa Elisa, etc., supongo que tierra adentro será más visceral y cioraniana la ceremonia, a la altura de un bailongo evangélico de gospel y exorcismos. “La muerte viaja en tranvía” es uno de mis texto-fetiches de toda la vida, por su humor infantil y despreocupado, dando a entender que la muerte en nuestros pagos es cosa de apenas un paseo por el otro barrio, no un salto cuántico irreversible, el hachazo metafísico habitual.

1)Salutación lacrimosa (Clastres, Crónica de los indios Guayaquís, 1972)

Chenga ruvara: «El chenga ruvara raramente dura más de dos minutos. Se trata de lo que ya conocía bajo el nombre de salutación lacrimosa. En numerosas tribus se saluda así al extraño a quien se conoce por vez primera o al miembro del grupo que ha estado durante mucho tiempo ausente; son los lloros de bienvenida. Lo mismo sucede entre los guayakis; de este modo puntúan también todas las circunstancias mínimamente excepcionales de su vida, por ejemplo, un ritual de purificación. Por otra parte, el chenga ruvara nunca es solitario. La mujer que acaba de entonarlo —es la esposa de uno de los dos jefes guayakis— canta-llora sola durante unos momentos; es una señal, pues en un momento dado todas las mujeres presentes la imitan y por doquier se eleva bajos los árboles un enorme plañir que desazona al oyente no avisado».

2)El llanto de las mujeres ante la muerte (Del Techo (1897) apud Pane, en La mujer guaraní, 1997)

«En las ceremonias fúnebres, la mujer guaraní participaba en grado prominente como verdadera sacerdotisa. He aquí una rápida descripción del padre Techo: “Siempre que alguno muere, especialmente si es noble, los gritos de las mujeres resuenan en todas partes, despidiendo a intervalos horribles alaridos; se arrojan de sitios elevados; mesan sus cabellos, hieren su frente, abrazan al cadáver, le hablan, abren sus manos, ponen al lado grandes ollas y juzgando que las almas descienden a la tumba juntamente con los cuerpos, cubren la boca de éstos con vasijas cóncavas, no sea que aquéllos se ahoguen, como si hubieran aprendido de los antiguos, quienes desean a sus difuntos que la tierra les fuese ligera”».

3)Sus muertos en tranvía (Gecé, Revelación del Paraguay, 1958)

«Los muertos van en tranvía para asombro del mundo. Aquí, en Asunción.

Si preguntáis de dónde arranca esa costumbre nadie os contestará con exactitud. Hay quien quisiera demostrar que era ya tradición guaraní. Otros dicen que ese tranvía arranca del «Ande».

– ¿Del Ande boliviano, como un cóndor?

No, de la Sociedad así llamada. Al final de la Avenida España tiene sus cocheras.

Allí me fui una tarde para ver ese tranvía bien cerca y sin muerto dentro. Pregunté a un guarda; el guarda me llevó a un portero; el portero tocó un pito y, viendo que no acudía nadie, me condujo amablemente a una oficina en el fondo de un hermoso parque, donde un señor con grande cortesía me acompañó hasta «ese tranvía, no precisamente llamado Deseo». y más dramático que el de Arthur Miller.

-Son tres: el de primera, el de segunda y el de niños.

“El de primera tenía más pompa. El de segunda, menos. Y el de los niños era blanco. Pero cada uno sobre sus cuatro ruedas y cada uno con su enganche para ser traccionado por el tranvía de los vivos, el que va delante tirando del muerto y lleno de viajeros, de parientes y amigos.

-¿Hay mucho servicio?

-Va habiendo menos porque la ciudad se ensancha y aumentan los autobuses y los taxis.

-Sí. Ya he visto que existe un autobús o colectivo que recoge a domicilio el cadáver sin necesidad de llevarlo a hombros hasta el tranvía. Lo mete debajo, a un lado, como un equipaje, y la familia viaja encima.

-Hay además una carroza automóvil de lujo.

-Pues si yo me muero aquí desearía ir en tranvía, como los castizos asuncenos».

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