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jueves, abril 25, 2024

Reseña: El sacramento del lenguaje, de Giorgio Agamben

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Martín Duarte reseña el libro El sacramento del lenguaje (2008) del filósofo italiano Giorgio Agamben, donde analiza la institución del juramento y su relación con las palabras y las cosas.

En el libro El sacramento del lenguaje (2008), perteneciente a la gran saga del Homo Sacer, Giorgio Agamben (Roma, 1942) analiza una institución crucial de la cultura occidental cristiana: el juramento. 

El autor realiza un vasto examen sobre el estado del arte, repasando varias interpretaciones sobre el fenómeno del juramento, desde la antropología, las ciencias de la religión, la lingüística entre otras disciplinas.

En un primer paso, Agamben plantea su rechazo hacia lo que él llama un “mitologema científico” consistente en “la idea de que explicar una institución histórica significa necesariamente reducirla a un origen y a un contexto sagrado o mágico-religioso”. Es necesario aclarar la relevancia de esta suerte de perspectivismo religioso en las ciencias humanas, a partir de fines del siglo XX. El autor no comparte dicha perspectiva, ya que la considera una aplicación acrítica de un lugar común que se genera más en las mentes de los estudiosos que en la realidad histórico-social. 

Así, considera el autor que “Un simple análisis textual muestra que se trata de una presuposición arbitraria (la que vincula lo arcaico con lo mágico-religioso), llevada a cabo por el estudioso en el momento en que alcanza, en el propio ámbito de su investigación, un límite o un umbral documental”. Es decir, Agamben contempla el paradigma religioso como un obstáculo epistemológico que aparece cuando el investigador no logra llegar a las raíces originarias de su objeto de estudio por carecer material documental. Por lo tanto, la interpretación de lo arcaico o de la pre-historia como fundida en una unidad indivisible de naturaleza mágico-religiosa impide realizar una verdadera arqueología del juramento, desprovista de presuposiciones arbitrarias.

Frente a esta aproximación acrítica de una institución arcaica como el juramento, a partir de un esquematismo que asume todo lo anterior al surgimiento de esferas relativamente autónomas (lo jurídico, la política, la moral, la religión) como un gran fondo de indistinción con contenidos mágicos- religiosos, Agamben se plantea realizar una arché del juramento. Lo define en estos términos: “la arché no es un dato, una sustancia o un acontecimiento, sino más bien un campo de corrientes históricas tendidas entre la antropogénesis y el presente, la ultra-historia y la historia”. 

Luego prosigue: “indagar arqueológicamente el juramento significará […] orientar el análisis de los datos históricos, que limitamos esencialmente al ámbito grecorromano, en dirección a una arché  tendida entre la antropogénesis  y el presente”. Por lo tanto, por un lado se buscará el carácter originario y funcional del juramento en la cultura grecorromana, y luego se observarán las consecuencias del estudio para el presente. En este sentido, la historia no deja de ser una labor sobre el pasado que, sin embargo, opera continuamente resignificando nuestro presente.

Pero ¿qué es el juramento y en qué consiste su poder obligante? El juramento puede ser entendido, de acuerdo a Agamen, como una experiencia de la palabra, de la propia estructura del lenguaje. 

El juramento garantiza y sostiene la verdad. En palabras del autor: “el juramento es, entonces, un acto verbal que realiza un testimonio, o una garantía, independientemente de su lugar”. Siguiendo el hilo de la exposición, puede pensarse al juramento como la coincidencia inmediata en entre la palabra y el hecho, es decir, el juramento realiza su contenido al momento de ser enunciado, opera como certeza de la relación indisoluble entre palabras y cosas.

En este sentido, Agamben propone pensar el juramento a partir del nombre propio: “la pronunciación del nombre realiza inmediatamente la correspondencia entre las palabras y las cosas”.  El nombre propio o el nombre de Dios no consiste en un enunciado descriptivo, sino que implica una certeza profunda de la identidad entre significante y significado: “ Aquello que está en cuestión en el juramento y en el nombre de Dios es una certeza de este tipo, o mejor, una fe. El nombre de Dios nombra el nombre que es siempre y sólo verdadero, es decir, aquella experiencia del lenguaje de la que no podemos dudar. Esta experiencia  es, para el hombre, el juramento. Todo nombre, en este sentido, es un juramento; en todo nombre está en cuestión una fe, porque la certeza del nombre no es de tipo empírico-constatativo ni lógico-epistémico, sino que cada vez pone en juego el compromiso y la praxis de los hombres. Hablar es, ante todo, jurar, creer en el nombre”. Concluye, por lo tanto, que “pronunciar el nombre de Dios significa, entonces, comprenderlo como aquella experiencia de lenguaje en la cual es imposible separar el nombre y el ser, las palabras y las cosas”

Pasemos a desmenuzar esta extensa cita. En primer lugar, la relación entre juramento y nombre de Dios proviene del estudio de los documentos, pues en todo juramento era habitual invocar a los dioses como testigos. A partir de esos documentos, se refuerza el mitologéma científico: se interpreta que el juramento, para no caer en perjuro, debe invocar la potestad terrorífica de los poderes divinos. Sin embargo, vemos que el autor desarma dicho argumento, al remitir al juramento a la estructura misma de la palabra, al definirla como una experiencia particular del lenguaje. No se trataría de un estadio religioso pre-jurídico o pre-derecho, sino de la naturaleza profundamente performativa y autorreferencial que el lenguaje puede adquirir. 

Agamben llega entonces a la conclusión de que el carácter enigmático del juramento tiene que ver con los actos performativos o los speech acts. Se trata del carácter performativo del lenguaje, en tanto “es un enunciado lingüístico que no describe un estado de cosas, sino que produce inmediatamente un hecho, realiza su significado”.

Entonces, el juramento y su verdad finalmente no dependerían de la relación entre las palabras y las cosas: “El modelo de la verdad no es aquí el de la adecuación entre las palabras y las cosas , sino aquel, performativo, en el que la palabra inevitablemente realiza su significado”.

Concluyendo, en este libro Agamben realiza una arqueología del juramento, desterrando paradigmas acríticos y simplistas sobre el fenómeno, entendiendo a dicha institución como un expresión de la naturaleza intrínseca del lenguaje. Juramos porque creemos en las palabras, en su relación significante y de veridicción , y sin embargo, paradójicamente, juramos al mismo tiempo porque desconfiamos de nuestras palabras, del lenguaje cargado de metáforas, metonimias y deslizamientos. Quizá por eso el juramento recurre al nombre de Dios, como garantía última del lazo entre las palabras y las cosas. 

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