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martes, abril 16, 2024

Cría de cerdos en América Latina: ¿oportunidad o trampa?

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Luego de sacrificar su producción por estar contaminada de gripe porcina, China decidió relocalizar su producción de cerdos. Ahora, avanza con Argentina en un acuerdo para producir 100 millones de cabezas anualmente. Por su parte, Brasil, ya es un gran exportador de esta carne, y festeja que sus precios no dejan de aumentar. Sin embargo, ambientalistas advierten los peligros de la producción porcina intensiva. ¿Estamos ante una oportunidad para Paraguay o se trata de una trampa para que asumamos riesgos que China descarta?

La última semana, se conoció que Argentina avanza en un acuerdo con la República Popular China para instalar granjas intensivas de producción de cerdos: se prevé la cría de 100 millones de cabezas anuales. Más allá de los beneficios económicos que el acuerdo pueda generar, la noticia cobró relevancia porque una serie de ecologistas levantaron la alarma ante lo que consideran un proyecto para nada sustentable, sino más bien riesgoso social y medioambientalmente.

China relocaliza su producción porcina

El dato objetivo es que China decidió buscar una solución al hecho de que cada vez le resulta más costosa la producción de cerdos, que es la carne que más consume su población. La razón tiene que ver con una epidemia -aparentemente descontrolada- de “peste porcina africana”, un virus que mata al ganado en 1 semana, es altamente contagioso y se estima que puede, tal como sucedió con el SARS-COV-2 (coronavirus), mutar fácilmente para contagiar al ser humano. Esto generaría una nueva pandemia como la que estamos viviendo.

Según informan especialistas en el tema, China buscó por todos los medios ocultar que su cría de chanchos estaba contaminada y desde 2018 sacrificó un cuarto de su producción, al punto en que en abril de 2019 el gobierno chino habría asignado 630 millones de yuanes (casi USD 90 millones) para compensar a los productores que debieron matar a sus cerdos e higienizar sus granjas y vehículos (fuente: periódico Infobae 05/03/2020). Sin embargo, nunca se reconoció que el virus sea la razón de los sacrificios.

Hasta ahora, el patógeno no contagia a las personas, pero el riesgo zoonótico es importante, teniendo en cuenta que los cerdos se crían de manera intensiva (hacinados), propagándose entre ellos a gran velocidad.

Asimismo, muchos cerdos son alimentados con carne de otros cerdos infectados, generando un círculo vicioso de contaminaciones. Todas estas son situaciones que generan un verdadero caldo de cultivo para las mutaciones virales, como sucedió con el Covid-19, el cual se cree que proviene de la carne del pangolín, un animal exótico que se consume en el país asiático.

Lo cierto es que, aunque no admitan que están afectados por la peste porcina africana, los chinos decidieron relocalizar su producción porcina. Debido a los sucesivos sacrificios de millones de cabezas, el costo de producción de un chancho es cada vez más alto, porque cada vez son más los cuidados que hay que tener para protegerlo de las diferentes enfermedades que pueden surgir en las condiciones en que se lo cría.

Sumado a esto, hay que considerar el hecho de que, si hay un nuevo salto zoonótico (es decir, que una enfermedad de animales se contagie al ser humano y provoque una nueva pandemia), eso sería catastrófico para la reputación de China, que hoy es la 2da potencia económica mundial y aspira, dentro de algunas décadas, a ser la primera, desplazando a EE.UU.

El país más poblado del mundo, gobernado por un régimen de partido único, acompañó su meteórico crecimiento económico de un aumento sostenido del consumo de carne porcina. Si en 1990 los chinos comían un promedio de 20 kg anuales per cápita, en 2006 esa cifra subió a 39,6 kg. Hasta 2019, de los 1.300 millones de cabezas de chancho existentes en el mundo, la mitad era producida en China. Esto implicó que los precios de la soja conozcan un alto inaudito, por su uso de forraje animal, lo que se tradujo en que China sea el destino del 70% de la soja mundial (fuente: Diálogochino.net).

Este es el contexto en el cual China está buscando nuevos espacios para la producción porcina, que es la carne que prefiere su población: allí, cuando se habla de “carne”, se hace referencia a la carne de cerdo.

Argentina ve en los cerdos un oasis en medio del desierto

La República Argentina supo conocer momentos de bonanza económica, sobre todo a comienzos del siglo XXI, cuando aprovechó los altos precios internacionales de la soja (por el aumento de la demanda china) y destinó gran parte de su suelo a la producción de este grano.

Lamentablemente, ésta no es la situación actual de dicho país, que enfrenta la pandemia de coronavirus en medio de una de las peores crisis de su historia, con pobreza en alza (se habla de que casi el 50% de los argentinos son hoy pobres), desempleo, cierre de empresas y, como si fuera poco, riesgo de saturación hospitalaria por Covid-19.

Es en este marco que el gobierno del presidente Alberto Fernández avanza en un acuerdo con el gobierno de China para localizar en su territorio las granjas porcinas que los asiáticos quieren desterrar, por los motivos antes analizados.

Esto fue confirmado por el Secretario de Relaciones Económicas Internacionales y Vicecanciller argentino, Jorge Neme: “Estamos conversando con China el marco en que se darían esas inversiones. Aquí hay una oportunidad de negocios, un país que demanda proteína animal. Nosotros tenemos una enorme capacidad productiva”. Desde 2019, Argentina comenzó a venderle carne porcina a China y en 2020 la exportación de esta carne aumentó en un 40%, dando muestras de que se trata verdaderamente de una buena oportunidad para el sector agropecuario (Fuente: Diario La Nación 25/07/2020).

Ahora bien, el crecimiento de la cría de cerdos trae como consecuencia altísimos riesgos ambientales: ésta es la posición de muchos ambientalistas argentinos que hacen campaña para que no se concrete el acuerdo sino-argentino.

La semana pasada se viralizó en redes sociales un video de la periodista y escritora Soledad Barrutti (autora del bestseller Malcomidos, donde analiza el consumo alimentario humano en el siglo XXI y alerta sobre lo que efectivamente comemos), donde busca informar de los peligros del proyecto que busca que Argentina pase de críar 8 millones de cerdos anuales a 100 millones.

https://www.facebook.com/MalcomidosOficial/videos/1368213550039519/

Este es el dilema: asumir un riesgo que permitiría aumentar las divisas en un país donde las crisis por restricciones cambiarias son cíclicas y que ahora está atravesando un momento quizás peor al de 2001, cuando hubo un estallido social que terminó con la presidencia de Fernando de la Rúa.

¿Oportunidad o trampa?

Actualmente, la carne de cerdo está en alza. Medios brasileños, por ejemplo, informan que “el el precio del suíno alcanzará un récord”: el estado de Santa Catarina es líder nacional en producción de cerdos y aumentó su ganancia en un 40%. Para más claridad: en julio de 2019, Brasil exportó un promedio diario de 2,7 mil toneladas de carne porcina, y en julio de 2020, el promedio fue de 4,1 mil toneladas (fuente: Globo 24/07/2020).

Esto hace que los productores agropecuarios argentinos y de otras latitudes miren con atención este mercado. Ahora bien, los ecologistas afirman que lo que China busca hacer es “relocalizar los riesgos”.
“China termina tercerizando los riesgos de este tipo de explotación porque no le quedó otra después de la alta mortandad de sus animales por las enfermedades zoonóticas que está enfrentando” opinó el abogado especialista en soberanía alimentaria, Marcos Filardi, profesor de la UBA (fuente: Airedigital 25/07/2020).

“Los impactos nocivos están en la agenda aunque son silenciados por los grupos de poder. En el caso de las granjas porcinas, sobre la cría de animales a gran escala, los estudios indican con claridad cuáles son los impactos en términos tanto generales como específicos, no podemos fingir demencia, no podemos decir que lo desconocemos, están ahí, los estudios son claros” es la opinión de la respetada socióloga Maristella Svampa (fuente: La Izquierda Diario 23/07/2020).

Filardi y Svampa, junto con Barrutti y otros intelectuales y organizaciones ambientalistas, impulsan el rechazo del acuerdo entre la Cancillería argentina y el Ministerio de Comercio de China. Ya juntaron más de 100.000 firmas.

Si bien no niegan los riesgos de la actividad, los defensores y propulsores del entendimiento entre estos países señalan que Argentina puede realizar la producción porcina con respeto a los protocolos de higiene y salud animal, limitando los peligros, y que esto lograría insertar al país en el mayor mercado de carne del mundo, actualmente insignificante allí.

«Si se hacen bien las cosas representa una posibilidad de generar valor agregado y riqueza para varias provincias. Y sobre todo trabajo”, opina el periodista especializado en agro Matías Longoni. Según él, las potencialidades económicas son mucho más ciertas que los posibles peligros ambientales. Resalta que significará un verdadero salto en la estructura productiva de su país, pues de exportar grano se pasaría a exportar animales producidos con ese mismo grano, es decir, se aumentaría el valor agregado de las exportaciones, aumentándose, a su vez, la cantidad de divisas.

Asimismo, el Vicencanciller argentino Neme sostuvo que el acuerdo con China va a tener en cuenta los riesgos ambientales y a la soberanía alimentaria, asegurando que buscarán asentar condiciones en el acuerdo, entre ellas, que se prioricen zonas económicamente atrasadas de su país y todo se haga asociación con productores locales, aplicando protocolos de estricto control sanitario.

Otra arista del asunto es la geopolítica: muchos defensores del acuerdo consideran que la campaña de rechazo a la instalación de granjas porcinas tiene que ver con una campaña supuestamente dirigida por el Departamento de Estado de los EE.UU. para que América Latina evite relacionarse con China, en medio de la llamada “guerra comercial” entre las dos potencias. Ésta es la posición Ricardo Arosnkind, economista y columnista en el medio digital El Cohete a la Luna (perteneciente al prestigioso periodista de investigación y activista por los derechos humanos, Horacio Verbitsky; ver edición de este domingo 26 de julio). Según Aronskind, estamos en una nueva “guerra fría” y el debate medioambiental – si bien es legítimo y necesario- es en realidad movilizado por intereses pronorteamericanos.

¿Y Paraguay?

Actualmente, Paraguay no tiene gran producción de cerdos; la mayoría de las granjas son propiedad de miembros de la comunidad menonita. La carne preferida por nuestra población es la de res, la cual constituye a su vez una de las exportaciones principales del sector agropecuario, que destina su producción a Brasil, Chile, Rusia, Arabia Saudita, Unión Europea, entre otros.

Sin embargo, sí somos grandes productores de soja (el 5to mundial) la cual es enviada a China, que la utiliza como forraje para sus chanchos. Como no tenemos relación diplomática con ese país (al privilegiar históricamente el vínculo con China-Taiwán) el comercio se da por vías indirectas.

Lo cierto es que la pandemia de coronavirus cambió al mundo, y esto en más de un sentido. En lo que respecta al comercio internacional, los altos precios de la soja que se evidenciaron hasta mediados de la década de 2010 están siendo reemplazados por la demanda de cerdo. Es China quien moviliza al alza el valor de estos bienes primarios y la situación se acrecentó cuando el Covid-19 surgió en esa parte del mundo.

Brasil ya se beneficia de la alianza con el gigante asiático, y Argentina sopesa los pros y los contras de transformar su suelo en una granja gigante de producción industrial porcina. La mayor motivación radica en aumentar las exportaciones y el valor agregado de éstas, lo que se traduce innegablemente en mayor riqueza y oportunidades de redistribución del ingreso. Eso es lo que sucedió a comienzos del siglo XXI con la soja y permitió que América Latina reduzca significativamente la pobreza, a niveles nunca antes vistos.

El gobierno de nuestro país debe realizar una evaluación seria de este nuevo contexto, de tal modo a no ser un agente pasivo en el reordenamiento comercial que experimentará el mundo en las próximas décadas. Se necesita para ello de visión estratégica y pragmatismo para impulsar la inserción de nuestros sectores productivos en le mercado mundial, aunque sin renunciar a un mayor cuidado en la sustentabilidad de la producción de alimentos.

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