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lunes, mayo 6, 2024

Cinco ejes de Las Herederas de Marcelo Martinessi

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Para los lectores de El Trueno, Derian Passaglia comenta Las Herederas de Marcelo Martinessi a partir de cinco ejes temáticos: la plata, la clase, las mujeres, las relaciones y el despojo.

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Por: Derian Passaglia

Vi por Netflix la película Las herederas (2018), dirigida por Marcelo Martinessi. Ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Berlín y algunos otros premios que ayudaron a su difusión. Según la sinopsis, la película trata sobre lo siguiente: “la historia de dos mujeres de alta alcurnia de la sociedad paraguaya que heredaron suficiente patrimonio para vivir cómodamente. Pero a sus 60 años, el dinero ya no alcanza y la situación de ambas cambia”. Me interesa hablar de la película en relación a cinco ejes temáticos. No tienen ningún orden de importancia, siguen un desarrollo intuitivo, me entrego a lo que salga, me dejo sorprender por la escritura.

La plata. Constituye el conflicto central de la trama, lo que lleva a la película hacia adelante, lo que está de fondo, como una angustia permanente que permea las escenas y se trasluce no sólo en el ambiente sino también en los gestos, las miradas, en los silencios, en el lenguaje, en la forma de socialización de cada uno de los personajes. La plata o la falta de plata, habría que decir mejor, define la esencia de los protagonistas. A Chiquita la encarcelan porque debe plata al banco, y a partir de ese momento, el mundo de Chela, el sistema de creencias de Chela, sus valores, sus sentimientos, su interioridad, se quiebra y cambia. De las conversaciones está ausente, ¿piensa cómo la estará pasando Chiquita en la cárcel? ¿Piensa en la plata? ¿Piensa qué hacer, qué está haciendo, qué va a ser de su vida? La película no desarrolla el contenido de sus pensamientos, los muestra a través de sus acciones titubeantes, miedosas, como si lo que mostrara la cámara fuera solo su cuerpo, un cuerpo sin espíritu, un cuerpo cuyo espíritu está en otro lado. Chela es ahora remisera de sus vecinas chetas y vive en una casa grande con una empleada doméstica. La plata aparece explícitamente, en pequeñas cantidades, en las manos de Pituca, vecina de Chela, que cuenta los guaraníes del viaje de ida y vuelta hasta la casa de una amiga, donde se reúne a jugar a las cartas y a tomar. A veces Chela lleva a todas las amigas de vuelta a sus casas y, cuando se quedan solas, Pituca le dice a Chela que sus amigas son tacañas.

La clase. Si la plata define la trama, la clase social define la forma. Se trata de representar el universo de las clases altas de la sociedad paraguaya en un determinado momento social. En la película, la clase es lo que se pierde, lo que progresivamente socava la psicología del personaje hasta llevarlo a ese final (no voy a spoilear) que supone el resumen de todo lo que fue pensando y perdiendo Chela. En su casa hay vajilla de plata, hay botellitas de Coca Light y licores que Chela toma en el desayuno con el café, hay una larga mesa, estilos ingleses, habitaciones amplias. Curiosamente, los ambientes son oscuros y hay silencio. A Chela le gusta pintar pero no parece hacerla feliz. ¿Qué la hace feliz? En medio de la decadencia y la falta de plata, Chela se aferra al espíritu muerto de su clase.

Las mujeres. Aparece un solo hombre en la peli, de lejos, en cuero, la cara difuminada, no se escucha muy bien lo que dice y parece también haber engañado a alguien. En Las herederas se representa un mundo habitado exclusivamente por mujeres. Es un mundo femenino, ¿pero qué significa que sea un mundo femenino? ¿La pauta la establece el género? ¿El comportamiento? ¿Los modos de vestir? ¿La manera de hablar? ¿La sensibilidad, el sentido y la sensibilidad? ¿Las anécdotas que se cuentan? ¿La estética? Ojo al piojo, en cualquier caso, para quienes ven en esto un motivo estético o político, ideológico, o una cruza de estas tres: está dirigida por un hombre.

Las relaciones. Las tramas entre mujeres solas siempre me hace pensar en Almodóvar. Amo Almodóvar. En algún momento me gustaría hacer un ciclo personal de esas pelis desprejuiciadas y felices y trágicas de los años ochenta y noventa, como hizo mi amigo Leandro en el verano. En Almodóvar las relaciones femeninas son pasionales, se dejan arrastrar por el destino, por el amor, por la locura y la muerte. En Las herederas hay una relación homosexual entre Chela y Chiquita, las dos mujeres protagonistas. La relación es, sin embargo, chata, llana, esquelética, aquietada por los años o la costumbre. Chela se masturba de espaldas a la cámara mientras Chiquita está en la cárcel. Cuando Chiquita finalmente vuelve a casa, duermen culo con culo, mirando a costados distintos de la cama. Chiquita ronca. Al otro día, al despertarse, Chela ya no está en la cama.

El despojo. Chela se va quedando sin nada. Empeña objetos valiosos de su casa. Las dos mujeres que buscan comprar el juego de sillas y la mesa preguntan si el precio es negociable. Chela dice que no, pero sabe que sí. La empleada doméstica tira la bandeja de plata y rompe vasos y tazas. Chela arranca el autoadhesivo de la luneta del auto que dice “Vendo” y a mitad de camino, encima, se le rompe. Una que me encantó para terminar: Chela visita a Chiquita en la cárcel y va con unos anteojos de sol puestos. Al verla, Chiquita se sorprende, y le pregunta si esos anteojos no son suyos. “No, no, son míos”, le dice Chela. Chiquita se los saca de la cara y se los prueba. “Me quedan bien”, dice mirándose en un espejo. Y se los queda.

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