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jueves, marzo 28, 2024

Villiers de L’Isle Adam y las preferencias eróticas del pueblo

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En su envío de hoy, Paranaländer profundiza en la obra del autor francés Auguste de Villiers de L’Isle-Adam (1838-1889), inspirado en el simbolismo y admirador de Poe y Baudelaire.

Por: Paranaländer

Maxima debetur puero reverentia

Juvenal

Un cuento-ensayo (dos, y a veces más, personas se ponen a hablar, filosofar, divagar graciosamente sobre los más cachondos temas) típico de la obra de Villiers publicado en Le succès en 1885 y recopilado luego en el libro “Historias insólitas” (1888), es decir, un año antes de su muerte, tres meses antes de cumplir los 51 años… se titula “El sadismo inglés” (Le Sadisme anglais. A Monsieur Joris Karl Huysmans reza la edición franxute del libro. Otro amigo fue Mallarmé quien escribió sobre él, y, entre nosotros, Rubén Darío lo popularizó en “Los raros”). La importancia de este autor simbolista-decadente se puede medir viendo la peli EL PÉNDULO, EL POZO Y LA ESPERANZA (Kyvadlo, jáma a nadeje), de Jan Svankmajer, 1984, que se inspira en dos relatos: uno de Allan Poe, «El pozo y el péndulo», y otro de Villiers de L’Isle Adam, «(El suplicio de) La esperanza”.

Más allá del tema escandaloso de la pedofilia, en este caso realzada con el sadismo, que Villiers resuelve tout court, con o sin ironías, como parte de la naturaleza humana, negando cualquier atisbo de patología en tal inclinación, viniendo de un decadente es muy sugerente, y me  hace recordar al sadismo en Murena (En “Folisofía”, novela póstuma editada en Venezuela -en la Argentina sádica de entonces fue ninguneado- en el año de la desgracia de 1976), el protagonista Dagoberto pasa por varios oficios en pos de ganarse el pan diario, en uno de los episodios con uno de estos contratistas, se nos describe al patrón como esencialmente sádico, ciudadano que contrata y emplea gente simple y llanamente para verla sufrir humillaciones y dolores sin cuento. Pudiendo muy bien ser términos intercambiables las de patrón y sádico. Pagar para hacer sufrir. Pues Villiers enfatiza que tal placer “inglés” depende de tener gran fortuna o el cuerno de la abundancia. Así queda superada-explicada de algún modo Marx con Sade, un Sade riente, es decir, una suerte de Conde Villiers redivivo.

La tesis más interesante del cuento está en que la sexualidad de un país, las preferencias eróticas de un pueblo, se puede leer en los versos de su poeta nacional. Este es el portavoz favorito, que canta lo que los otros hacen o fantasean hacer. La sexualidad sosa, doméstica, popular, sanota del francés se pilla naturalmente en su poeta nacional, Víctor Hugo: “el cual rezuma higiene, moral convencional y antiguallas solemnes” De ahí la simplicidad del libertinaje franxute.

En cambio, el poeta nacional inglés que saca de la chistera Villiers es Swinburne. Poeta nacional, todos los años vende entre 20.000 y 30.000 volúmenes, sus sueños sensuales corresponden con los instintos de la mayoría de los ingleses, impregna todas las clases sociales dice el ironista francés (Acá podemos empezar a fantasear, a jugar, quién es el poeta nacional avá guaraní, nativo, parawayensis, y qué sexualidad o erotismo, sano o morboso, expresa y revela de su pueblo, enfermo o pletórico de salud bobalicona, cuál es la inclinación favorita de nuestro temperamento nativo: ¿Emiliano Ré? ¿Rosicrán? ¿Ortiz Guerrero?).

“Preferir siempre el poema obrado al poema escrito” (Carlyle), y eso hacen los ingleses según Villiers, ponen en acción a Swinburne, como el franxute a Hugo o el parawayensis a…Ortiz Guerrero.

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