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lunes, mayo 6, 2024

El cerezo transformado en Godzilla

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En su envío de hoy, Paranaländer reseña “Destellos de luna. Pioneros de la ciencia ficción japonesa” de Daniel Aguilar, un libro que pasa revista a obras literarias, cinematográficas y dibujos animados de la sci-fi japonesa.

Por: Paranaländer

Excelente y detallada intro al fascinante mundo de la sci-fi japonesa, que pasa revista a obras literarias, cinematográficas y dibujos animados desde sus inicios, allá por 1900 con la obra del escritor Shunro Oshikawa, y termina en 1964, años del boom de la televisión a color en el país nipón. Como antecedentes de ciencia ficción se mencionan la leyenda de “La princesa Kaguya”, de hace mil años, que trata de una selenita u oriunda de la luna que nace en el interior de un brote de bambú en el hogar de un humilde matrimonio sin hijos. A “Urashima, el pescador”, texto también de hace mil años, y “La historia de Genji” (circa 1008, hoy se cree que fue obra de dos autores). En la primera lo sci-fi se da en que el protagonista aparezca finalmente en un mundo 300 años posterior al que le vio nacer y en la historia del príncipe Genji es evidente que se está retratando un mundo paralelo.

Muchos consideran como la primera muestra nipona del género a “Viaje a las estrellas” (Hoshi sekai ryoko, 1882) de Shunichi Nukina, donde el procedimiento que usa el protagonista para ir de un mundo a otro es el de proyectar su espíritu mediante autohipnosis…

Shunro Oshikawa, nacido en 1876, va a suponer con su vasta obra el inicio de la ciencia ficción como género dirigido a los más jóvenes, mediante dos elementos atractivos: la introducción de personajes a caballo entre la niñez y la adolescencia y la presentación de nuevo armamento.

“Tokyo dentro de 300 años” (1903) de Getsuro Kokaku anticipa ideas curiosas como la masculinización de las mujeres, el suicidio aplicando venenos indoloros mientras escuchas tu música favorita como en la peli “Soylent green” (1973).

Juzo Unno, nacido en 1897, es un autor central en este libro. La obra de ciencia ficción japonesa más importante de los “quince años de guerra” es la monumental novela de Unno Kasei Heidan (“Tropas de Marte”, 1939), que conoció un éxito sin precedentes. Todos los futuros grandes autores del sci-fi japonés lo leyeron de niño como el autor de Astro-boy (Atom, 1952), el dibujante Ozamu Tezuka.

En 1933 se funda Kagaku no Nippon (“El Japón de la ciencia”), en cuyos números nunca faltó la ciencia ficción, de por ej. Jushichi Minamizawa, autor del delirante Ma no tetsujin (“Los diabólicos hombres de hierro”, 1934), acerca de unos insectos de Borneo que se alimentan de hierro y cuyas bacterias se inoculan en seres humanos, que pasan a convertirse en monstruos gelatinosos sedientos de hierro, lo cual de rebote les lleva a chupar sangre (por el hierro de la hemoglobina).

En el cine, Tokai no kaii. Shichiji zero sanpun (“Suceso insólito en la gran ciudad. Las siete y tres minutos”, 1935) de Sotoji Kimura, basado en el relato homónimo de Itsuma Maki, donde un hombre es capaz de conocer todo lo que sucederá al día siguiente gracias al periódico que le ha entregado un mendigo, hasta que lee la noticia de su muerte por ataque al corazón (Maki falleció a las pocas semanas de publicarse el relato debido a un ataque al corazón).

Rampo Edogawa inicia su serie de ciencia ficción en 1936 con Kaijin nijumenso (“El extraordinario hombre de los veinte rostros”). Dejó de escribir como protesta por la censura militarista en 1940.

Uchusen no jonetsu (“La pasión de los rayos cósmicos”, 1940), agridulce delirio romántico protagonizado por una mujer obsesionada ´por la idea de que, bien utilizados, los rayos cósmicos pueden potenciar el amor conyugal.

Songoku (“Sun Wu Kung, 1940) de Kajiro Yamamoto, el acontecimiento más importante del cine japonés de sci-fi de la primera mitad del siglo XX. Los efectos especiales de esta superproducción estuvieron a cargo del celebérrimo Eiji Tsuburaya, futuro creador del kaiju Godzilla.

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