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domingo, mayo 5, 2024

Beauvoir, sádica

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En esta entrega, Paranaländer reseña de la obra ya clásica de Simone de Beauvoir (1908-1986), «¿Hay que quemar a Sade?» (1955), en la cual la filósofa analiza la obra del marqués, intentando comprender los egoísmos y excesos de un aristócrata en tiempos revolucionarios.

Por: Paranaländer

Nada se asemeja más a la virtud que un gran crimen

Saint-Just

El Marqués de Sade, de Simone Beauvoir (Ediciones Siglo Veinte, 1964) intenta comprender los egoísmos y excesos de un aristócrata en tiempos revolucionarios. Militante de la crueldad en manos de una autora penetrada aún del humanismo que se jacta de poder comprender hasta las mayores tilinguerías de esa entidad que se arrastra hace siglos con la nomenclatura vacía de hombre.

Pasa revista inútilmente a las páginas de otros peregrinos de la obra sádica como Klossowski (‘odiaba a su madre’), Nodier (‘bulímico’), Swinburne, repite machaconamente su prioridad ante Stirner (Sade surge y prospera cerca del poder, es decir, parasita en enclaves privilegiados, vegeta en la impunidad del noble y con la inmunidad del obispo. Stirner, sin embargo, deambula entre los vagabundos de London, Knut Hamsun, y entre los del Aldrich del “Emperador del Norte” … Es cierto, el sádico no respeta clase social, pero necesita un reaseguro del poder para despertar y mostrase. En el fondo temen a la ley. El stirneriano, el egoísta, el único, sabe que cada acto suyo es una obra de arte sin público, por su cotidianidad e insignificancia).  Freud et alia, incluso imagina una noche ética en su calabozo en la línea cartesiana pero sin engendrar ninguna duda que propalar en el universo. Aunque hoy, 2020, podemos afirmar sin temor a errar mucho, eso de que hay que criticarlo no adorarlo ha sucumbido totalmente, solo hay que hojear a Badiou, Annie Le Brun, Debord, Paulhan, Noys.

Les dejó con algunos extractos: “Usando el vocabulario de Stirner, a quien razonablemente se ha emparentado con Sade, diríase que la virtud enajena al individuo dentro de una entidad totalmente vacía: El Hombre”.

“Sade ha leído indudablemente “La colmena murmurosa” de Mandeville, que había obtenido al comienzo del siglo éxito resonante. Su autor demostraba que las pasiones y las faltas de los particulares servían a la prosperidad pública y que los más grandes depravados son los que trabajan con mayor procura del bien común…”

“La sociedad engañadora y engañada contra al cual se rebela evoca el ‘uno’ de Heidegger, en el cual naufraga la autenticidad de la existencia”.

“Se ha sugerido que Sade fue débil sexual. Muchos de su héroes -Gernande- no están bien dotados y padecen dificultades en cuanto a la erección”.

“El robo aparece en su obra como una conducta sexual cuya evocación basta para provocar el orgasmo”.

“Resulta normal en consecuencia que el género favorito de Sade sea la parodia. No ensaya la creación de un universo nuevo, se limita a transformar en irrisorio el que le fue impuesto mediante la forma en que lo reproduce”:

“Inaugura su obra en 1782 con ‘Diálogo entre un sacerdote y un moribundo’ con una declaración de ateísmo. Tras del ‘Testamento de Jean Meslier (1729), la existencia de Dios había sido negada. En ‘La nueva Eloísa’, Rousseau se atrevió a presentar al señor de Wolmar, un ateo simpático”.

“Un importante linaje de moralistas y satíricos ingleses siguió a Hobbes en su demonización de la naturaleza, entre otros Swift, que Sade practicó hasta el punto de copiarlo”.

“Sade adopta una visión mecanicista del mundo. La Mettrie ha garantizado la diferencia moral de los actos humanos, declarando: ‘No somos más criminales abandonándonos a los impulsos primitivos que nos gobiernan, que el Nilo en sus inundaciones y el mar en su oleaje’”.

“Cabe recordar que en Alina y Valor describe con exacta complacencia la sociedad anárquica de los caníbales, que torna en derecho la crueldad instintiva del hombre y la sociedad comunista de Zamé, en donde el mal es desarmado por la justicia”.

“Los que permanecen del lado de los oprimidos lo hacen por vileza del corazón y es preciso negarles toda piedad ‘Qué quieres tú que exista de común entre quien lo puede todo y el que no se atreve a nada?’ La oposición de los dos verbos es significativa: atreverse, para Sade, es poder inmediato”.

“Tiene una concepción aristocrática de la humanidad, capaz de unir a su implacable dureza una doctrina de la predestinación. Pues esa calidad del alma que permite a raros elegidos reinar sobre un rebaño de condenados, aparece como una gracia dispensada arbitrariamente”:

En Sade el amo nunca se vuelve esclavo como en Hegel, “No pone en juego su primacía y, suceda lo que suceda, no aceptará un amo; vencido, retornará a una soledad que terminará en la muerte, pero permaneciendo siempre su propio dueño”.

“Aprueba la venganza, pero no los tribunales. Se puede matar, pero no juzgar. Las pretensiones del juez son más arrogantes aún que las del tirano, pues éste limítase a coincidir consigo mismo mientras que el otro pretender erigir sus opiniones en ley universal”.

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