26.7 C
Asunción
lunes, mayo 6, 2024

Memorias de una hija vuelta piedra

Más Leído

Paranaländer reseña Memorias (2003) de Helena Paz Garro, un libro sobre su turbulenta vida al lado de sus padres: el premio nobel Octavio Paz y la escritora Elena Garro.

“soy un rompecabezas al que tengo que volver a armar”.

“Después de Octavio, los hombres me dan horror”.

 

Memorias (2003) de Helena Paz Garro es una delicia de punta a punta. Pasa de la poesía a la truculencia, de la maledicencia a la ternura, de la mitomanía y el sensacionalismo a las verdades elementales. Ser la hija de Octavio Paz, premio nobel mexicano, y Elena Garro, escritora reivindicada (y a la vez denostada) últimamente, no es moco de pavo.

En la terraza de Victor Hugo, Paz, Helena y Garro.

Repasemos algunas de las cosas que se le pegan a uno en la primera lectura: violada y contagiada de gonorrea una y otra vez por el marido de su abuela a los 3 años (por cuyas secuelas y de la terapia revulsiva quedó estéril), aborto de la madre, otro aborto de la madre estaba vez al hijo de Bioy: El Gaucho, intento de suicidio de la madre, desvirgamiento y violencia sexual de la madre por su padre el poeta Octavio, incorporación a la vida doméstica de los Paz de una lista interminable de amantes del premio nobel (Estelita Lastre, Emilia Perrusquia, Monique Fong, etc.). En fin, la sistemática obliteración del talento literario de su madre Elena por su padre Octavio, en nombre de un ideal verticalista de fomentar al gran poeta futuro de México.

Octavio y Helena Paz.

Tierno es ese Almirante que les abre las herméticas puertas de San Francisco cuando se mudan allí para usufructuar una beca el padre. Su visión de la América de antes de la segunda guerra mundial, llena de bestias rubias y olor a canela, a limpio. Su antihippiesmo radical. En esto se aproxima a Houellebecq y Murena. Llama de vieja fea, gorda y proto hippie-beatnik a la poeta Muryel Rukeyser, a María Zambrano un bluff, su anticomunismo también es viceral, admira  a las mujeres talentosas y bellas que terminan mal como Marlene Dietrich, cocinando milanesas desde su silla de ruedas en un hotel de Paris para productores cinematográficos. O Kravchenko, que murió solo y olvidado en USA después de destapar la farsa del comunismo soviético.

En el género de las memorias ronda a Chateaubriand, en maledicencia a el “Borges” de Bioy Casares (el gran amor de su madre, el dandy argento, de melancólicos ojos azules, y eterno aroma a agua de colonia inglesa), el mejor libro argentino del siglo XX y XXI, donde convierte al cieguito pedante de Borges en un títere que manipula con su magia ventriloquial.

Freud le parece anticuado, su ídolo es Jung, su delirio llega al extremo de afirmar que las hermanas incestuosas y asesinas, las Papin, fueron criadas de su familia, Peret bueno como un cura laico, Breton la llamó Alicia en el pais de las maravillas, Sartre proclamando que el futuro de todos los hombres es el campo de concentración, Camus conversando en español con su madre y bailando en los caves parisinos, el francés macarrónico de Octavio Paz, Louis Pauwels, alumno de Gurdjieff, que acusaba a éste de dedicarse a la magia negra, un ser nefasto al que culpaba de haberle hecho perder un ojo —Pauwels era tuerto—, Szyslo, que se había disfrazado, con su mujer Blanquita (Varela), de pareja de apaches de París (“Blanquita tenía un cuerpo muy sexy y se había puesto un sencillo traje negro, untado al cuerpo, muy escotado, tan corto como las minifaldas actuales y altísimos tacones rojos”), Ernst Jünger, de quien “tuve la fortuna de su íntima amistad”, Bianco que “era muy feo aunque ya se había operado su enorme nariz de chorizo”, Buñuel tacañeando en prestar plata a las Elenas cuando el super poeta Paz se enfurecía y las echaba de la casa, Cortázar le tenía una envidia patológica a Bioy, Silvina pasó sus últimos años loca, y Bioy la encerraba con llave en un cuarto, en los altos del viejo edificio donde siempre vivieron, ¿el secreto de la literatura de Bioy sería su matrimonio infeliz con una lesbiana?

Se puede leer perfectamente todo el libro como una novela de autoficción, pues pasan tantos famosos por la vida de sus padres que es fácil inventarse una marranada novelesca sobre cualquiera de ellos.

Helena, autora del libro, en el Bosque de Bolonia, en 1947.

Helena Paz Garro nació el 12 de diciembre de 1938 en la Ciudad de México; murió el 30 de marzo de 2014, en Cuernavaca, Morelos. Poeta y narradora. Realizó sus estudios básicos en Francia. Ya en México, estudió Antropología entre 1963 y 1970. Colaboró en los periódicos ABC, Excélsior y Unomásuno y las revistas Por qué, Rehilete, Revista de la Universidad y Sucesos. Trabajó en el consulado de la embajada mexicana en París. Radicó en Francia, Estados Unidos, España y, en 1991, se estableció en México.

Madre e hija en Gstaad, Suiza, 1961.

Más Artículos

Últimos Artículos